Bigodes, rebites e chapelões mexicanos

por Sabrina Duran

Eu buscava comida em Bogotá, mas só me ofereciam mariachis bigodudos em domicílio

Bigodes bufantes, chapelões mexicanos, calças justas com brocados e rebites, sapatos brancos e gravatas borboleta brotaram de distintos cantos da rua 55, na periferia de Bogotá, pra me cercar. Eu procurava um restaurante, mas eles só me ofereciam mariachis em domicílio. Mariachi, señorita? Mariachi? No, gracias. Sem saber, eu acabava de entrar no recanto comercial dos mariachis bogotenhos que reproduzem, na Colômbia, a tradição dos típicos menestréis mexicanos e seus violões colados no tórax, harpas, trompetes, violinos e muita dor de amor nas letras. Dezenas de grupos de mariachis concentram-se na 55 para oferecer seus serviços aos que buscam entretenimento para bodas, despedidas, aniversários e funerais. Jaime Gusmano, do grupo Son de Jalisco, sugeriu que eu atrasasse meu almoço para vê-lo tocar com outros cinco dos seus numa floricultura. A música durou pouco mais de um minuto - era um teste encomendado pelo dono da loja que os contratou para entregar rosas a uma menina que debutava. Sob os auspícios de Vicente Fernandez - el papá de los mariachis, segundo Gusmano -, que os mirava pregado em foto na parede da floricultura, os mariachis cantaram a alegria de um pai que, mesmo querendo um filho homem, alegrou-se ao receber uma menina. Gusmano e seus mariachis, mesmo caricatos, querem mais é fazer o coração alheio chorar.

Bigotes, rebites y sombreros mexicanos

Bigotes mostachos, sombreros mexicanos, pantalones apretados con brocados y remaches, zapatos blancos y moños brotaron de todos los rincones de la calle 55, en la periferia de Bogotá, para cercarme. Yo buscaba un restaurante, pero ellos sólo me ofrecían mariachis a domicilio. ¿Mariachi, señorita? ¿Mariachi? No, gracias. Sin saberlo, yo acababa de entrar en el rincón comercial de los mariachis bogotanos que reproducen, en Colombia, la tradición de los típicos trovadores mexicanos y sus guitarras pegadas en el tórax, arpas, trompetas, violines y mucho dolor de amor en las letras. Decenas de grupos de mariachis se concentran en la 55 para ofrecer sus servicios a los que buscan entretenimiento para bodas, despedidas, aniversarios y funerales. Jaime Gusmano, del grupo "Son de Jalisco", sugirió que yo atrasara mi almuerzo para verlo tocar con otros cinco de los suyos en una floricultura. La música duró poco más de un minuto - era una prueba encomendada por el dueño de la tienda que los contrató para entregar rosas a una niña que debutaba. Bajo el auspicio de Vicente Fernández - el papá de los mariachis, según Gusmano -, que los miraba colgado en la foto de la pared de la floricultura, los mariachis cantaron la alegría de un padre que, aún queriendo un hijo hombre, se alegró al recibir una niña. Gusmano y sus mariachis, aún caricaturescos, en verdad lo quieren es hacer llorar al corazón ajeno.

Tradução: Carlos Paz

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